Cojo el
papel y busco un bolígrafo, me siento inquieto y conecto los auriculares a mi móvil, necesito algo de
música y me dedico a garabatear porque parece que cuando esperas que venga el
camarero a tu mesa tienes que disimular, como si tuvieras la obligación de
hacer algo, una obligación contigo mismo como para encontrar tu sitio en el
bar, una manera de adaptarte al entorno
y ahora sí, ya puedes observar detenidamente: cuanta gente hay en el local,
quien te mira, el tipo de personas que tienes a tu alrededor. No sé, es una
paranoia sin sentido.
El
camarero me sirve, de reojo mira los
dibujos que he estado haciendo, pone cara de fingir que no ha visto nada aunque
he notado como estira levemente su cuello.
Da igual
he dibujado cosas sueltas, sin sentido: un ataúd, unas tetas, un cigarrillo,
una oreja, un remolino, un enjambre de abejas.
Pienso
si estos dibujos dicen mucho de mí desde mi subconsciente. Parece que siempre
hay que buscar un sentido a todo, supongo que es algo que nos da seguridad.
Lo del
cigarrillo es evidente, también es evidente que pienso en tus tetas, las abejas
no sé que significan, el ataúd... Si, soy un tío absurdo, ¿no lo es la propia
vida? la jodida existencia.
A veces no sé si vale la pena pensar, sobre
todo pensar en lo efímero, seguir especulando sobre la vida y la muerte ¿Y si mientras reflexionamos? ¿Y si
mientras escuchas una canción, quizá alguien tiene planes para nosotros?
Tal vez
no hay nada preconcebido, no existen planes, no existe nada. Y un día no
existes y el sinsentido ya es monumental.
Esto sí
que es una paranoia, un espiral de preguntas que no puedo responder, voy de un
lugar a otro en mi cerebro. Observo el suelo del local y veo suciedad: suelas
desgastadas, azucarillos derramados,
almas rotas, servilletas sucias, cordones desatados, papeles en añicos, manchas de grasa. Sigo
dibujando cosas que no tienen nada que ver unas con otras: un zapato de tacón,
un dólar, una guadaña, un corazón roto.
Ajusto el volumen de mis cascos, pulso el
botón adelante y atrás y voy de una canción a otra, y todo vuelve a carecer de sentido. Me quedo
con un tema “Day is Done” de Nick Drake, “cuando el día acaba”, una preciosa canción.
¡Nick
Drake y sus jodidas canciones! al fin y al cabo la historia de Drake sí que es
jodida, no se sabe si fue suicido o sobredosis de medicación, que ya es el
colmo del sinsentido.
Y la
canción bonita me pone muy triste pero sigo escuchándola dibujando y preguntándome
cosas absurdas.