19 de mayo de 2016

Relatos de Anatomía Sonora: ENEMIGOS DEL SUEÑO.

El agua caliente golpea en mi nuca y no puedo apartar la mirada del desagüe, el remolino marchándose, desapareciendo para siempre.
Por un momento me siento como si estuviera dentro de una jodida película, como si yo mismo me viera en la ducha. No puedo evitarlo, odio a este tío pero necesito escuchar su canción, necesito hacerme daño, gritar tu nombre y que resuene en mi mente igual que el agua golpea en la ducha.
Estoy obsesionado, necesito música a todas horas, imprescindible coger aliento de una canción, como si todas las melodías escuchadas y por descubrir pudieran salvarme. 

Sigue sonando When I´m down, he tenido que volver a ponerla, era tu preferida, recuerdo que decías que era de esas canciones tan bonitas que duelen. 


Decido salir, no voy a quedarme en casa. A veces siento el impulso de hacer cosas inconscientemente, como si quisiera seguir unas señales que tienen algo que decirme, soy un gilipollas, soy consciente de ello, es demasiado idiota moverse por impulsos. Además estoy solo, es de noche, nadie me ve, nadie me observa, podría sacar todos mis más impuros, privados e impronunciables deseos y sentimientos. 

Mis pensamientos fluyen como los coches cuando pasas por Gran Vía o castellana en hora punta. La noche es distinta, todo se difumina, los límites se diluyen, estas a salvo, toda esta oscuridad no sería posible en la vorágine de la mañana, entre el mundanal ruido, entre la gente todos estos deseos y anhelos no tendrían cabida.
Decido conducir, quiero huir de mi mismo y piso el acelerador, como si yo fuera otro. Solo huir y desaparecer, cada vez más deprisa y pienso que en tan solo un segundo todo podría acabarse, dejaría de existir, sacar de mí esta puta locura. 

La voz de la radio me saca de mi paranoia, ahora suena Gary Moore, ¡joder que temazo! “Midnight blues”, se me eriza la piel, es como si de repente el puto espíritu de Gary me hubiera sacado de las sombras, la canción me transporta, otra vez los recuerdos, pero ahora es una tristeza dulce. He bajado la velocidad y ahora soy consciente de la ciudad, de su pulso nocturno. Ya no es la selva de hierro, en este momento es la ciudad que me recibe desnuda, las luces de neón y la sombras en los callejones, los rostros extraños, Madrid a estas horas sabe y huele diferente, es como si fuera otra, puedo sentir el sentimiento de la ciudad.

Me doy cuenta que hay luna llena, no puedo apartar los ojos y pienso que es curioso como en ocasiones esta luna ofrece claridad en lo oscuro, porque a pesar de todo, lo quieras o no en lo oscuro también habrá luz. 

Voy a tomarme una puta copa así podré encontrarme con el tipo que soy y que hace tiempo que no encuentro. Somos enemigos del sueño, estamos hechos de otra pasta, no nos gusta dormir, por mucho que nos digan que es imprescindible, estoy hasta los huevos de escuchar lo cojonudas que son 8h nocturnas. No quiero dormir, al menos en la noche, quizá hasta que esté lo suficientemente borracho para entrar en ese duermevela en el que solo pienso en ti, tengo Síndrome de Diógenes sentimental, ¡lo mío es patético!, soy coleccionista de imágenes y me dedico a guardar sin control cada detalle de ti. Pronuncio tu nombre, mezclo escenas, situaciones y recuerdos, tu pelo, tu cuerpo, tu sexo, el olor de tu piel y consigo mancillarlos lo suficiente para que sean como yo quiero en mi imaginario nocturno.
Solo quiero dormir para echar polvos oníricos en los que tú y yo nos frotamos en lo etéreo, me hundo en tu cuello, en cada hueco de tu cuerpo y mientras estoy dentro de ti ya estoy sintiéndome solo. Mi despertar es tibio, cálido… ¡y duro cual piedra! me quedo con esa sensación de soledad, sabiendo que es imposible que vuelvas. 
Y como siempre en mi mente suena una canción, “unajodidacanción” de soledad.


Me gusta este bar, me gustan las viejas que vienen a merendar por las tardes, pero cuando mas me gusta es por las noches, cuando solo quedan un par de personas, es ahora cuando me recuerda a aquel cuadro de Hopper, Nighthawks, Halcones de la noche. Halcones como yo, borrachos como yo, desgraciados que recuerdan mis propias miserias, como los cuadros de Hopper, ¡hijos de puta! Siempre terminan inmortalizando mi jodida soledad.

Lo sé, continuamente me estoy contradiciendo porque me quejo de mi soledad pero no puedo vivir sin ella, porque la necesito para pensar, para divagar y terminar enlazando pensamientos sin sentido. Me gustan las pelis con finales tristes y las escenas donde la gente se odia pero acaba follando. Los tíos con la cara de cráter, que Johnny Winter sea albino y las tetas blancas con pecas y pezones sonrosados…

Al final de la noche todo se desvanece, todas las esperanzas, ilusiones, todo ese bullir de la noche, todo se hace jirones y con hilo de araña se desvanece en el devenir cotidiano, el día y su bullicio, machaca los sueños y pisotea la noche.