21 de enero de 2017

Relatos de Anatomía Sonora: PÁJAROS Y BLUES.

Me he despertado con un terrible dolor de cabeza. Enciendo un cigarrillo, la llama ilumina un segundo la habitación que es un campo de batalla, nuestra ropa, los restos de la borrachera, la almohada y tú sin funda. 

Estoy sudando, esta noche hace un bochorno insoportable. Me acerco a la ventana, cierro los ojos y giro la cabeza en un intento de atrapar la ligera brisa que entra.  Se me eriza la piel y aspiro un par de caladas con placer.

Me gusta esta hora cerca del amanecer, aún está oscuro pero hay unos sonidos que anuncian el alba. Detesto los pájaros pero es en estos instantes cuando me encanta escuchar como despiertan con su trino, canto, piar o como quiera que se llame, ya he dicho que los detesto y pienso que se me va la olla divagando e intentando captar los ecos nocturnos: la sirena de una ambulancia a lo lejos, el camión de la basura. No son sonidos agradables pero es como si gradualmente rompieran la barrera entre la noche y el día, como si  poco a poco te fueran advirtiendo de que pronto todo será distinto, las pesadillas se acaban, los miedos se diluyen; el sopor del duerme-vela, la quietud, los pensamientos y la inspiración se desvanecen lentamente.

Las voces de unos tíos beodos me hacen sonreír y recordar que no es la primera vez que hemos llegado a tu casa tambaleándonos, riendo como hienas. Siempre acabo descalza con la carrera en la media y los tacones en la mano. Me suena casi a ritual; mientras tú abres la puerta yo te miro, la camisa entreabierta, el pelo desordenado, coloco tu flequillo y pienso que me encantas y lo que nos espera.


Es ahí en nuestros combates, en el cuerpo a cuerpo donde nos volvemos vulnerables y el roce de tu cuerpo y la electricidad que me produce el contacto con tu piel la que me hace creer que realmente me quieres.

En el suelo hay tirado un disco de Bessie Smith, con el ultimo vaso escuchamos Empty bed blues  y  pensar en esta canción me devuelve a la melancolía.

Apago mi cigarro, estrujándolo contra el cenicero como si así quisiera apagar toda mi tristeza como si redujese a cenizas mis paranoias. Entre nosotros nunca existieron reglas, nunca nos pedíamos nada a cambio. Tú bebías de mi y yo de ti, pero no me puedo quitar de la cabeza la idea de no volver a verte, tengo mil motivos para hacerlo pero al final ninguno me convence.

El estomago me da vueltas, siento nauseas y desde luego no es por la borrachera, es el temor a que me despedaces y luego tener que recoger unos pedacitos tan minúsculos  imposibles de reparar.

Intento saber porque tengo tanto miedo, puede que sea esa absurda frialdad que a veces tratas de mostrarme y demostrarte, ese afán por levantar la cabeza y fingir que nada te importa.

Yo quiero que seamos lo que somos.  No necesito que me digas que me quieres porque no existe en nuestro vocabulario. Solo me gusta escuchar canciones y reír a tu lado, las camas revueltas, unas cervezas y fumarme un cigarro. No pido bailar vals, ni zapatitos de cristal. Pero no me jodas fingiendo indiferencia, eso es lo que me destroza.

La mañana y su luz se filtran en la ventana, todo está en penumbra, parece un momento irreal, como si fuera una escena de cine en blanco y negro. Recordaré esta luz porque se quedará grabada no se donde en mi mente.  Y me acordaré de esta ventana,  del cigarrillo y de los puñeteros pájaros y la canción que me destrozará pero no podré dejar de escucharla. Y seré capaz de conservar el recuerdo de la sensación de que se apaga la noche y todo cambia y la magia ya no existe, y lo nuestro se diluye.

17 de enero de 2017

Para Ventanas inalcanzables escaleras al cielo.

Ventana que se antoja inalcanzable. Cuesta retirar la mirada que se pierde en el azul. Siempre hay una melodía en mi cabeza,  pienso en que Led Zeppelin me preste una escalera hacia el cielo, tal vez así podría mirar a través de este vano.

Tras la ventana caen melodías de lo ausente.
Tras la ventana vapor y humo.
Tras la ventana el tiempo cae y se diluye.
Tras la ventana el viento.

Subes un peldaño, mi escalera hacia el cielo es resistente. Hace sol, el día es alegre, una ligera brisilla sacude las hojas de los árboles, esa sensación te eriza la piel y te trasladas a risas, juegos y saltos.

Tras la ventana etéreo espacio.
Tras la ventana paraíso inalcanzable.
Tras la ventana reconstruir el tiempo.
Tras la ventana una canción.

Un escalón más, pero existe un muro infranqueable, aunque nadie parece darse cuenta. Sombras que piensan que brillan en sus días simétricos y soporíferos, entonces parece que sueño, Jimmy Page lanza su riff con tanta fuerza que el pesado muro se derrumba y la ventana cae y deja ver el cielo azul que hay detrás.

Tras la ventana espejismos.
Tras la ventana ensoñación.
Tras la ventana sustentar el silencio.
Tras la ventana:
“Hay una dama que asegura que todo lo que brilla es oro y está comprando una escalera al cielo”